(Del lat. ocŭlus)
Ella tenía ojo clínico. Pero, incluso sabiendo que dada la trayectoria de la historia algo iba a fallar, había puesto todo su empeño en que las cosas saliesen de otra forma. No podía reprocharse nada. Lo había intentado. Y aunque debería estar tranquila en ese sentido, algo le hacía retorcerse por dentro. El hecho es que ya estaba de vuelta en casa. Sus ojos azules miraban completamente perdidos a través de la ventana mientras los lagrimones le resbalaban. Como si no fuese con ella. Tenían que salir tarde o temprano porque llevaba dos días de rabia contenida. Pensó que era tonta. No por llorar. Tonta por haber vuelto a confiar. Pero luego rectificó. No es de tontos hacer lo que se siente. Sino de seres libres y valientes. Y ahora, se dijo, "a otra cosa, mariposa".