(Del lat. imaginatĭo, -ōnis)
Sonaba el teléfono. Ella entraba justo por la puerta. Corrió a contestar. Escuchó. No tenía mucho que decir. No se lo esperaba. Se despidió y colgó. Pensó que la vida a veces es una mierda. Y éste era uno de esos momentos. Uno de esos momentos en los que ni siquiera puedes echar mano de la imaginación. Porque la puta realidad te deja paralizado. Estás triste y no hay más. Porque los que quieres están tristes.