(Del al. ant. Walkyrien)
"No llores". Le dijo a la chica que tenía al lado. "Que no pasa nada". La verdad es que ella tenía las mismas ganas de llorar pero como se le adelantó su compañera, no le quedó más remedio que hacer el papel de valiente. No les dio tiempo a hablar mucho más. Enseguida llegó el enfermero y se la llevó. Al fondo a la derecha había otra chica. Se miraron y sonrieron con una de esas sonrisas de complicidad que van acompañadas de mirada triste. También se la llevaron enseguida. Ella se quedó sola. Cuando estás sola en una sala de preoperatorio te fijas en los detalles más absurdos. "El cartelito éste del cuerpo humano es realmente cutre. Hay un fluorescente roto en el techo. El suelo es feo de narices... Tengo miedo". Te sientes indefensa. Un poco "nadie" con la autoestima por los suelos. Porque aparte de la preocupación, estás desnuda con una sabanita enana y hace frío. Llevas un gorro de ducha verde con patucos verdes gigantes, que no ayuda mucho. Y te tira la aguja de la vía que te han puesto para la anestesia. Estás mal, en una palabra. Pero de repente, llega el enfermero y tienes suerte. Es simpático. "Bueno, pues vamos para allá", le dijo. Era de los que te transportan a toda velocidad. Y ella sintió que era su momento de gloria. Allí iba volando volando por el pasillo cual walquiria, eso sí, sin caballo y en camilla. "Qué tío más loco", pensaba, pero le sacó la sonrisa. "Aquí os la dejo", dijo el camillero.
Era la primera vez que ella entraba en una sala de operación. Igualito que una cámara frigorífica. Y dentro había varios hombres todos vestidos de verde. Pensó que iban a juego con su gorro de ducha verde y sus patucos verdes, lo cual era todo un detalle. La cogieron entre dos y la pasaron a la mesa de operaciones. La sabanita se movió, claro, pero ellos se la volvieron a colocar con cuidado. "Gracias, gracias", pensaba ella. "Dios, qué vergüenza". Que si ahora pon las piernas así, muévete un poco acá... "Qué hacen, me están atando los brazos en cruz", pensaba sin ser muy consciente de nada. La postura que acabó teniendo era surrealista. Y encima rodeada de focos. Y como es un poco payasa incluso en situaciones límite como esa, no se le ocurrió otra cosa que decirles a cirujano, anestesista y enfermeros... "Esto parece una peli porno". Consiguió las carcajadas del equipo. "Sí, y tú eres la protagonista, jajaja", dijo el anestesista. Y acto seguido le explicó... "Ahora te voy a inyectar la anestesia ¿vale?". En esos segundos, es verdad eso que dicen de que pasan por tu cabeza un montón de cosas a toda velocidad. Cosas que has hecho y has dejado de hacer. Incluida la pregunta de ¿y si no despierto? Pero la anestesia actuó tan rápido que ella ya no recuerda más. Bueno, sí, que despertó. Y que es una mujer guerrera de corazón fuerte y noble proceder capaz de cabalgar en camilla, y de levantarse cada vez que se cae.