(Del lat. vincŭlum)
"Piérdete. Desaparece. Esfúmate. Me tienes harta!". zzzz zzzz zzzz zzzz zzzz. Mientras intentaba echar a semejante bicho, ella apartaba la cortina de la ventana con una mano, y con la otra daba bandazos para indicarle por dónde salir. "No me obligues a ir a por el matamoscas. Sal...". zzzz zzzz zzzz zzzz zzzz. Nada, que no se iba. "Tú lo has querido. Me tienes muy mosqueada". Nunca mejor dicho. Fue a la cocina a buscar el matamoscas. Y regresó decidida a acabar con la tortura nocturna, aunque ella no estaba muy por la violencia ni tratándose de un insecto. Pero todo tenía un límite. "Y ahora... ¿dónde estás? Será cobarde!". Volvió a meterse en la cama. Apagó la luz... zzzz zzzzz zzzzz zzzzzzzzz "¡JODEERRRRRR! ¿Otra vez? Vete a comerle la oreja a otra, cobardica!" zzzzz zzzzz zzzzz zzzz. "¡O das la cara o te callas de una vez!". Y asombrosamente el moscón calló. Encendió la luz y ya no estaba. Desapareció. Se esfumó. "Lo que yo decía, un cobarde". Ella pensó que llevaba un buen rato hablando con un moscón que no la entendía. Y que quizá él también intentaba decir cosas que ella no entendía. Puede que incluso existiese un vínculo entre ellos... pero cuál... apagó la luz y pensando todo esto por fin se quedó dormida... Zzz zzz...