(De xero-, del gr. ξηρο- que significa 'seco', y de -grafía, del gr. -γραφία y la raíz de γράφειν, escribir)
Se sentía como si fuese una xerografía de ella misma. Una reproducción muy fiel en lo físico pero completamente plana. Y aunque cada día ganaba un poco en relieve, no veía el momento de recuperar su manera imperfecta y loca de ver la vida, de volver a mirar hacia su mundo de matices multicolor. El desencadenante había sido una gran decepción. Pero la raíz era mucho más profunda. Recordó lo que su madre le decía una y otra vez. "La vida es bonita de por sí". Y era tan cierto... Pero es verdad que algunas decepciones dejan una herida más profunda que otras en tus convicciones. La herida ya no sangraba. Pero la cicatriz estaba ahí recordándole lo tontos que podemos llegar a ser y, de vez en cuando, como pasa cuando te has roto algo y cambia el tiempo, sentía un dolor punzante. Igual al que sintió aquel día en el que se dio cuenta de que a veces por mucha energía que inviertas en alguien, no sirve de nada. Como decían en la película The Edukators, "los hay que nunca cambian". Por eso se sentía completamente plana. Porque ella sí pensaba que es posible cambiar, y que "cada corazón es una célula revolucionaria". Pero con esta visión de las cosas, se sentía más sola que nunca.
lunes, 27 de julio de 2009
martes, 14 de julio de 2009
walquiria
(Del al. ant. Walkyrien)
"No llores". Le dijo a la chica que tenía al lado. "Que no pasa nada". La verdad es que ella tenía las mismas ganas de llorar pero como se le adelantó su compañera, no le quedó más remedio que hacer el papel de valiente. No les dio tiempo a hablar mucho más. Enseguida llegó el enfermero y se la llevó. Al fondo a la derecha había otra chica. Se miraron y sonrieron con una de esas sonrisas de complicidad que van acompañadas de mirada triste. También se la llevaron enseguida. Ella se quedó sola. Cuando estás sola en una sala de preoperatorio te fijas en los detalles más absurdos. "El cartelito éste del cuerpo humano es realmente cutre. Hay un fluorescente roto en el techo. El suelo es feo de narices... Tengo miedo". Te sientes indefensa. Un poco "nadie" con la autoestima por los suelos. Porque aparte de la preocupación, estás desnuda con una sabanita enana y hace frío. Llevas un gorro de ducha verde con patucos verdes gigantes, que no ayuda mucho. Y te tira la aguja de la vía que te han puesto para la anestesia. Estás mal, en una palabra. Pero de repente, llega el enfermero y tienes suerte. Es simpático. "Bueno, pues vamos para allá", le dijo. Era de los que te transportan a toda velocidad. Y ella sintió que era su momento de gloria. Allí iba volando volando por el pasillo cual walquiria, eso sí, sin caballo y en camilla. "Qué tío más loco", pensaba, pero le sacó la sonrisa. "Aquí os la dejo", dijo el camillero.
Era la primera vez que ella entraba en una sala de operación. Igualito que una cámara frigorífica. Y dentro había varios hombres todos vestidos de verde. Pensó que iban a juego con su gorro de ducha verde y sus patucos verdes, lo cual era todo un detalle. La cogieron entre dos y la pasaron a la mesa de operaciones. La sabanita se movió, claro, pero ellos se la volvieron a colocar con cuidado. "Gracias, gracias", pensaba ella. "Dios, qué vergüenza". Que si ahora pon las piernas así, muévete un poco acá... "Qué hacen, me están atando los brazos en cruz", pensaba sin ser muy consciente de nada. La postura que acabó teniendo era surrealista. Y encima rodeada de focos. Y como es un poco payasa incluso en situaciones límite como esa, no se le ocurrió otra cosa que decirles a cirujano, anestesista y enfermeros... "Esto parece una peli porno". Consiguió las carcajadas del equipo. "Sí, y tú eres la protagonista, jajaja", dijo el anestesista. Y acto seguido le explicó... "Ahora te voy a inyectar la anestesia ¿vale?". En esos segundos, es verdad eso que dicen de que pasan por tu cabeza un montón de cosas a toda velocidad. Cosas que has hecho y has dejado de hacer. Incluida la pregunta de ¿y si no despierto? Pero la anestesia actuó tan rápido que ella ya no recuerda más. Bueno, sí, que despertó. Y que es una mujer guerrera de corazón fuerte y noble proceder capaz de cabalgar en camilla, y de levantarse cada vez que se cae.
"No llores". Le dijo a la chica que tenía al lado. "Que no pasa nada". La verdad es que ella tenía las mismas ganas de llorar pero como se le adelantó su compañera, no le quedó más remedio que hacer el papel de valiente. No les dio tiempo a hablar mucho más. Enseguida llegó el enfermero y se la llevó. Al fondo a la derecha había otra chica. Se miraron y sonrieron con una de esas sonrisas de complicidad que van acompañadas de mirada triste. También se la llevaron enseguida. Ella se quedó sola. Cuando estás sola en una sala de preoperatorio te fijas en los detalles más absurdos. "El cartelito éste del cuerpo humano es realmente cutre. Hay un fluorescente roto en el techo. El suelo es feo de narices... Tengo miedo". Te sientes indefensa. Un poco "nadie" con la autoestima por los suelos. Porque aparte de la preocupación, estás desnuda con una sabanita enana y hace frío. Llevas un gorro de ducha verde con patucos verdes gigantes, que no ayuda mucho. Y te tira la aguja de la vía que te han puesto para la anestesia. Estás mal, en una palabra. Pero de repente, llega el enfermero y tienes suerte. Es simpático. "Bueno, pues vamos para allá", le dijo. Era de los que te transportan a toda velocidad. Y ella sintió que era su momento de gloria. Allí iba volando volando por el pasillo cual walquiria, eso sí, sin caballo y en camilla. "Qué tío más loco", pensaba, pero le sacó la sonrisa. "Aquí os la dejo", dijo el camillero.
Era la primera vez que ella entraba en una sala de operación. Igualito que una cámara frigorífica. Y dentro había varios hombres todos vestidos de verde. Pensó que iban a juego con su gorro de ducha verde y sus patucos verdes, lo cual era todo un detalle. La cogieron entre dos y la pasaron a la mesa de operaciones. La sabanita se movió, claro, pero ellos se la volvieron a colocar con cuidado. "Gracias, gracias", pensaba ella. "Dios, qué vergüenza". Que si ahora pon las piernas así, muévete un poco acá... "Qué hacen, me están atando los brazos en cruz", pensaba sin ser muy consciente de nada. La postura que acabó teniendo era surrealista. Y encima rodeada de focos. Y como es un poco payasa incluso en situaciones límite como esa, no se le ocurrió otra cosa que decirles a cirujano, anestesista y enfermeros... "Esto parece una peli porno". Consiguió las carcajadas del equipo. "Sí, y tú eres la protagonista, jajaja", dijo el anestesista. Y acto seguido le explicó... "Ahora te voy a inyectar la anestesia ¿vale?". En esos segundos, es verdad eso que dicen de que pasan por tu cabeza un montón de cosas a toda velocidad. Cosas que has hecho y has dejado de hacer. Incluida la pregunta de ¿y si no despierto? Pero la anestesia actuó tan rápido que ella ya no recuerda más. Bueno, sí, que despertó. Y que es una mujer guerrera de corazón fuerte y noble proceder capaz de cabalgar en camilla, y de levantarse cada vez que se cae.
domingo, 5 de julio de 2009
vínculo
(Del lat. vincŭlum)
"Piérdete. Desaparece. Esfúmate. Me tienes harta!". zzzz zzzz zzzz zzzz zzzz. Mientras intentaba echar a semejante bicho, ella apartaba la cortina de la ventana con una mano, y con la otra daba bandazos para indicarle por dónde salir. "No me obligues a ir a por el matamoscas. Sal...". zzzz zzzz zzzz zzzz zzzz. Nada, que no se iba. "Tú lo has querido. Me tienes muy mosqueada". Nunca mejor dicho. Fue a la cocina a buscar el matamoscas. Y regresó decidida a acabar con la tortura nocturna, aunque ella no estaba muy por la violencia ni tratándose de un insecto. Pero todo tenía un límite. "Y ahora... ¿dónde estás? Será cobarde!". Volvió a meterse en la cama. Apagó la luz... zzzz zzzzz zzzzz zzzzzzzzz "¡JODEERRRRRR! ¿Otra vez? Vete a comerle la oreja a otra, cobardica!" zzzzz zzzzz zzzzz zzzz. "¡O das la cara o te callas de una vez!". Y asombrosamente el moscón calló. Encendió la luz y ya no estaba. Desapareció. Se esfumó. "Lo que yo decía, un cobarde". Ella pensó que llevaba un buen rato hablando con un moscón que no la entendía. Y que quizá él también intentaba decir cosas que ella no entendía. Puede que incluso existiese un vínculo entre ellos... pero cuál... apagó la luz y pensando todo esto por fin se quedó dormida... Zzz zzz...
"Piérdete. Desaparece. Esfúmate. Me tienes harta!". zzzz zzzz zzzz zzzz zzzz. Mientras intentaba echar a semejante bicho, ella apartaba la cortina de la ventana con una mano, y con la otra daba bandazos para indicarle por dónde salir. "No me obligues a ir a por el matamoscas. Sal...". zzzz zzzz zzzz zzzz zzzz. Nada, que no se iba. "Tú lo has querido. Me tienes muy mosqueada". Nunca mejor dicho. Fue a la cocina a buscar el matamoscas. Y regresó decidida a acabar con la tortura nocturna, aunque ella no estaba muy por la violencia ni tratándose de un insecto. Pero todo tenía un límite. "Y ahora... ¿dónde estás? Será cobarde!". Volvió a meterse en la cama. Apagó la luz... zzzz zzzzz zzzzz zzzzzzzzz "¡JODEERRRRRR! ¿Otra vez? Vete a comerle la oreja a otra, cobardica!" zzzzz zzzzz zzzzz zzzz. "¡O das la cara o te callas de una vez!". Y asombrosamente el moscón calló. Encendió la luz y ya no estaba. Desapareció. Se esfumó. "Lo que yo decía, un cobarde". Ella pensó que llevaba un buen rato hablando con un moscón que no la entendía. Y que quizá él también intentaba decir cosas que ella no entendía. Puede que incluso existiese un vínculo entre ellos... pero cuál... apagó la luz y pensando todo esto por fin se quedó dormida... Zzz zzz...
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