(del alemán zick-zack, que da idea de sinuosidad pensado en forma de "Z")
dos zigzag iban haciendo su particular trazado por la vida. lleno de ángulos imperfectos. un día por cosas del destino sus caminos se juntaron. al principio zigzagueaban en paralelo. y de vez en cuando, dada la imperfección de su trazo, algunos de sus picos chocaban. cuando esto ocurría saltaban chispas. eran chispas de amor. y de rabia. porque querían estar más juntos y no sabían cómo hacerlo sin chocar. los dos llevaban demasiado tiempo serpenteando solos... hasta que un día también por cosas del destino, sin saber cómo ni por qué, se produjo una mágica superposición. la superposición es al zigzag lo que hacer el amor al ser humano. les gustó tanto que decidieron zigzaguear por la vida siempre superpuestos. y ahora nadie sabe quién es quién. sólo ellos. porque caminan tan unidos, línea contra línea, ángulo contra ángulo, con un mismo trazo imperfecto pero compenetrado, que parecen un solo zigzag. Ella piensa que encontrar tu alma gemela debe ser algo parecido a esto...
sábado, 8 de agosto de 2009
yoyó
(del francés joujou, juguete)
Cuando su padre le regaló el yoyó nuevo ella se volvió loca. No sólo subía y bajaba, sino que tenía lucecitas multicolor y hacía ruidos estridentes. Era perfecto para ella porque podía pasar el tiempo a oscuras iluminando sus fantasías a ritmo de yoyó. Pero duró poco porque gastaba muchas pilas. Y enseguida lo sustituyó por el flamante tocadiscos, que también le regaló papá. Un maletín portátil de color naranja que era la bomba y en el que ponía singles de lo más yeyé. Y a oscuras soñaba. Inventaba historias en las que siempre siempre siempre, incluso a pesar de los tortuosos obstáculos, su nopríncipe la deseaba y la amaba, y al final todo terminaba bien y ella era rescatada de sus miedos. Menos mal. Es lo que tienen de bueno los sueños. El caso es que todavía guarda en un cajoncito de la habitación del pueblo su yoyó. No, no lo tiró. Ella nunca se deshace de lo especial. Y cada verano cuando abre el cajón, coge su yoyó lumínicoestridente. Sólo para mirarlo. Y sonríe. Porque piensa que su yoyó y ella se parecen mucho. Ella también sube y baja sin parar y se ilumina y hace ruiditos estridentes. Y acaba con el pelo alborotado... Ella es "la chica yoyó".
Cuando su padre le regaló el yoyó nuevo ella se volvió loca. No sólo subía y bajaba, sino que tenía lucecitas multicolor y hacía ruidos estridentes. Era perfecto para ella porque podía pasar el tiempo a oscuras iluminando sus fantasías a ritmo de yoyó. Pero duró poco porque gastaba muchas pilas. Y enseguida lo sustituyó por el flamante tocadiscos, que también le regaló papá. Un maletín portátil de color naranja que era la bomba y en el que ponía singles de lo más yeyé. Y a oscuras soñaba. Inventaba historias en las que siempre siempre siempre, incluso a pesar de los tortuosos obstáculos, su nopríncipe la deseaba y la amaba, y al final todo terminaba bien y ella era rescatada de sus miedos. Menos mal. Es lo que tienen de bueno los sueños. El caso es que todavía guarda en un cajoncito de la habitación del pueblo su yoyó. No, no lo tiró. Ella nunca se deshace de lo especial. Y cada verano cuando abre el cajón, coge su yoyó lumínicoestridente. Sólo para mirarlo. Y sonríe. Porque piensa que su yoyó y ella se parecen mucho. Ella también sube y baja sin parar y se ilumina y hace ruiditos estridentes. Y acaba con el pelo alborotado... Ella es "la chica yoyó".
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