domingo, 14 de junio de 2009

regaliz

(Del lat. liquiritĭa, y éste de glycyrrhīza, en gr. γλυκύρριζα, de γλυκύς, dulce, y ῥίζα, raíz)

Era una de esas noches de calor insoportable. Se lió un cigarrillo y se puso un café con hielo. Estaba bloqueada. Cansada. Escribía en su portátil sobre la cama en camiseta y con braguitas de esas un poco retro, las de "la abuela", que son tan poco sexis como irresistiblemente cómodas. Qué calor. Se levantó a la cocina. Abrió el frigo y sacó la botella de agua y bebió un gran vaso. Volvió a la cama y al portátil. El calor era insoportable. Como insoportable era la levedad de su ser. Últimamente la inconstancia de su ánimo era una constante. No hacía más que lamentarse. Que si me siento vacía, que si le doy muchas vueltas a todo, que si no sé adónde voy, que si no cumplo mis propios compromisos y luego pasa lo que pasa... Y pensó que ahí estaba el problema. En su falta de compromiso con ella misma. Se levantó otra vez a la cocina. Abrió el frigo y cogió el regaliz negro. Volvió a la cama y cerró el portátil. ñam ñam, cómo le gustaba el regaliz. "Hoy puede ser un gran día", se dijo. Esa frase siempre le daba buen rollo. Y el sabor a regaliz, más. "Estás dramatizando, como siempre", pensó. Y le salió la sonrisa.