(Del gr. οὐ, no, y τόπος, lugar: lugar que no existe)
Ella pensó que era momento de cantar a la verdadera libertad.
viernes, 19 de junio de 2009
domingo, 14 de junio de 2009
regaliz
(Del lat. liquiritĭa, y éste de glycyrrhīza, en gr. γλυκύρριζα, de γλυκύς, dulce, y ῥίζα, raíz)
Era una de esas noches de calor insoportable. Se lió un cigarrillo y se puso un café con hielo. Estaba bloqueada. Cansada. Escribía en su portátil sobre la cama en camiseta y con braguitas de esas un poco retro, las de "la abuela", que son tan poco sexis como irresistiblemente cómodas. Qué calor. Se levantó a la cocina. Abrió el frigo y sacó la botella de agua y bebió un gran vaso. Volvió a la cama y al portátil. El calor era insoportable. Como insoportable era la levedad de su ser. Últimamente la inconstancia de su ánimo era una constante. No hacía más que lamentarse. Que si me siento vacía, que si le doy muchas vueltas a todo, que si no sé adónde voy, que si no cumplo mis propios compromisos y luego pasa lo que pasa... Y pensó que ahí estaba el problema. En su falta de compromiso con ella misma. Se levantó otra vez a la cocina. Abrió el frigo y cogió el regaliz negro. Volvió a la cama y cerró el portátil. ñam ñam, cómo le gustaba el regaliz. "Hoy puede ser un gran día", se dijo. Esa frase siempre le daba buen rollo. Y el sabor a regaliz, más. "Estás dramatizando, como siempre", pensó. Y le salió la sonrisa.
Era una de esas noches de calor insoportable. Se lió un cigarrillo y se puso un café con hielo. Estaba bloqueada. Cansada. Escribía en su portátil sobre la cama en camiseta y con braguitas de esas un poco retro, las de "la abuela", que son tan poco sexis como irresistiblemente cómodas. Qué calor. Se levantó a la cocina. Abrió el frigo y sacó la botella de agua y bebió un gran vaso. Volvió a la cama y al portátil. El calor era insoportable. Como insoportable era la levedad de su ser. Últimamente la inconstancia de su ánimo era una constante. No hacía más que lamentarse. Que si me siento vacía, que si le doy muchas vueltas a todo, que si no sé adónde voy, que si no cumplo mis propios compromisos y luego pasa lo que pasa... Y pensó que ahí estaba el problema. En su falta de compromiso con ella misma. Se levantó otra vez a la cocina. Abrió el frigo y cogió el regaliz negro. Volvió a la cama y cerró el portátil. ñam ñam, cómo le gustaba el regaliz. "Hoy puede ser un gran día", se dijo. Esa frase siempre le daba buen rollo. Y el sabor a regaliz, más. "Estás dramatizando, como siempre", pensó. Y le salió la sonrisa.
martes, 9 de junio de 2009
química
(Der. del ant. quimia)
Fue un flechazo no buscado. Primero fue por su físico. Pero después, fue por mucho más. La vida y experiencia que acumulaba. Su espíritu tan revolucionario, tan innovador. Una máquina de fabricar ilusiones. Decadente, sí, pero tan atrayente y atractivo a sus ojos. Ella iba descubriendo poco a poco un montón de historias sobre él. Y cuanto más descubría más atraída se sentía. Tanto que deseaba conocer todos sus secretos. Esos misteriosos rincones que escondía, de los que no alardeaba incluso aunque algunos se veían a distancia, imposibles de disimular. No se cansaba de mirar sus fotos. Pero eso ya no le bastaba. Quería conocerle en persona. Y estaba segura de que en el mismo instante en que le tuviera en frente, la química surgiría entre los dos. la Pensatriz y el Poblenou, una historia de amor. Tendría su gracia. Incluso a ella se le ocurrió pensar que, si pudiese teletransportarse, le gustaría retroceder a la Barcelona de finales del XIX y hasta los años 30 del siglo XX. Por muchas razones. Porque en ese momento nacía una filosofía que buscaba establecer un vínculo entre la cultura, la industria y la población. El concepto del arte total que defendía Rusiñol. Ella ya se veía tomando un café en Els quatre Gats, en Montcusí, y luego de visita a la Expo Universal. Y por supuesto, le habría gustado conocer el ambiente industrial, las fábricas, el nacimiento del movimiento obrero y muchas otras cosas más. Poblenou. Qué sensación más rara. Al pensar en todo esto sentía que ella ya había estado allí en aquel momento, en otra vida. Comió las primeras galetes María en caja de hojalata de Viñas i Cia -de ahí su afición por las cajas de hojalata-, y probó xocolata Amatller -ahora entendía su obsesión por el chocolate- y comió sopa con pastas alimenticias Magí Quer -por eso cuando estaba triste le daba por comer sopa de estrellitas-, y probó los primeros gelats Frigo -a ella le encantaban los helados incluso en invierno-, y también en aquella otra vida conoció las primeras máquinas de escribir Olivetti porque la filial de Poblenou se convirtió en la fábrica más importante del mundo -por eso en esta vida su primera máquina de escribir había sido una Olivetti y ella se dedicaba a escribir-, y tomó Martini y bebió Cacaolat muy frío, deliciosa beguda natural i alimentosa, inventada por Joan Viader Roger... Fue en su otra vida. Una vida de arte total. De repente, entendía un poco mejor el porqué de muchas cosas... y de esa atracción tan irracional hacia Barcelona, y ahora Poblenou.
Fue un flechazo no buscado. Primero fue por su físico. Pero después, fue por mucho más. La vida y experiencia que acumulaba. Su espíritu tan revolucionario, tan innovador. Una máquina de fabricar ilusiones. Decadente, sí, pero tan atrayente y atractivo a sus ojos. Ella iba descubriendo poco a poco un montón de historias sobre él. Y cuanto más descubría más atraída se sentía. Tanto que deseaba conocer todos sus secretos. Esos misteriosos rincones que escondía, de los que no alardeaba incluso aunque algunos se veían a distancia, imposibles de disimular. No se cansaba de mirar sus fotos. Pero eso ya no le bastaba. Quería conocerle en persona. Y estaba segura de que en el mismo instante en que le tuviera en frente, la química surgiría entre los dos. la Pensatriz y el Poblenou, una historia de amor. Tendría su gracia. Incluso a ella se le ocurrió pensar que, si pudiese teletransportarse, le gustaría retroceder a la Barcelona de finales del XIX y hasta los años 30 del siglo XX. Por muchas razones. Porque en ese momento nacía una filosofía que buscaba establecer un vínculo entre la cultura, la industria y la población. El concepto del arte total que defendía Rusiñol. Ella ya se veía tomando un café en Els quatre Gats, en Montcusí, y luego de visita a la Expo Universal. Y por supuesto, le habría gustado conocer el ambiente industrial, las fábricas, el nacimiento del movimiento obrero y muchas otras cosas más. Poblenou. Qué sensación más rara. Al pensar en todo esto sentía que ella ya había estado allí en aquel momento, en otra vida. Comió las primeras galetes María en caja de hojalata de Viñas i Cia -de ahí su afición por las cajas de hojalata-, y probó xocolata Amatller -ahora entendía su obsesión por el chocolate- y comió sopa con pastas alimenticias Magí Quer -por eso cuando estaba triste le daba por comer sopa de estrellitas-, y probó los primeros gelats Frigo -a ella le encantaban los helados incluso en invierno-, y también en aquella otra vida conoció las primeras máquinas de escribir Olivetti porque la filial de Poblenou se convirtió en la fábrica más importante del mundo -por eso en esta vida su primera máquina de escribir había sido una Olivetti y ella se dedicaba a escribir-, y tomó Martini y bebió Cacaolat muy frío, deliciosa beguda natural i alimentosa, inventada por Joan Viader Roger... Fue en su otra vida. Una vida de arte total. De repente, entendía un poco mejor el porqué de muchas cosas... y de esa atracción tan irracional hacia Barcelona, y ahora Poblenou.
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